24 de junio de 2012

Contaminantes químicos y obesidad

Ciertos contaminantes químicos detectados en los alimentos podrían causar obesidad en las personas.

Algunos contaminantes químicos presentes en el medio ambiente, pero cuya principal fuente de exposición es la dieta, pueden predisponer a padecer obesidad y otras enfermedades asociadas, como la diabetes tipo 2. Los denominados químicos disruptores endocrinos (EDCs) son sustancias tóxicas presentes en los alimentos y otros productos de uso cotidiano, que interaccionan con el sistema endocrino y provocan que el cuerpo acumule grasa, en lugar de músculo. Así llegan lostóxicos a la dieta, con los correspondientes efectos de los contaminantes en el ser humano y una relación de ida y vuelta, ya que la obesidad también contamina.

Los químicos disruptores endocrinos (EDCs) son sustancias químicas, sobre todo de origen sintético (pesticidas, insecticidas, fungicidas), relacionadas con el grupo de los contaminantes orgánicos persistentes (COPs). En su mayoría son solubles en las grasas, por lo que se acumulan en ellas con mayor facilidad. A la vez, su baja biodegradabilidad hace que se mantengan durante mucho tiempo en el ambiente y se acumulen en la cadena alimentaria.

Así consta en un estudio realizado por expertos del Centro de Investigación Biomédica en Red de la Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn). Los expertos han tenido en cuenta numerosos estudios que han vinculado la obesidad y sus patologías asociadas con la exposición universal, permanente y cada vez mayor a estos contaminantes. Según apuntan, para hacerse una idea de la enorme persistencia en el medio de estos contaminantes, todavía hoy se detecta DDT en el 88% de la población general, pese a que este pesticida se prohibió hace más de 35 años.



16 de junio de 2012

Los mejores y peores alimentos para la salud y belleza de los dientes

Cuando hablamos de cuidado dental no sólo nos referimos al cepillado de los dientes, al uso del hilo dental o acudir regularmente a la consulta del dentista, también una adecuada alimentación es tanto o más importante. mujerdeelite.com

Cada vez que damos un bocado, se desencadena un proceso químico en el interior de la boca y, en función del tipo de dieta, tendrá una repercusión en la salud general y dental. Los alimentos ricos en azúcares son los principales causantes de la caries. Estos hidratos de carbono (azúcares) reaccionan con bacterias bucales para formar ácido, que es el causante de que desmineralice el esmalte dental, hasta producir la tan temida caries.

Hemos de tener en cuenta que los azúcares no sólo se encuentran en bombones o “golosinas”, sino que las bebidas tipo batidos o zumos son una gran amenaza porque, aunque no contengan azúcares, suelen tener un alto contenido de ácidos, que desgasta los dientes. Lo que es una hábito saludable, por ejemplo, es comer mucha fruta y verdura (al menos, 5 piezas al día), pero el consumo excesivo de estos alimentos, que contienen azúcares naturales, puede causar erosión del esmalte dentario. Por lo tanto, no es tan sencillo como comer sano.

Nuestro punto a favor es que es sencillo contrarrestar “el ataque ácido”. “Lo peor que puedes hacer después de beber un batido, comer una ensalada o un alimento rico en ácidos es cepillarte los dientes, porque daña aún más el esmalte”. Debemos esperar, al menos, media hora, afirma el Dr. Iván Malagón. “Lo que sí es recomendable es enjuagarse con agua o beber leche, para contrarrestar esa posible desmineralización”.

Recomendaciones sorprendentes y saludables

1. Beber leche y derivados (ricos en calcio, fósforo y vitaminas A, D y B) después de las comidas y antes del cepillado.

2. Té verde (sin azúcar), rico en flúor y compuestos antioxidantes.

3. Beber mucho agua, sin gas (pues contiene ácido carbónico). Las aguas fluoradas están vinculadas con la reducción de caries.

4. Mascar chicle, sin azúcar y con xilitol (edulcorante natural procedente de la corteza del pino), para ayudar a la limpieza de los dientes y para estimular la secreción de saliva, rica en compuestos antibacterianos.

5. Cepillar los dientes 2 veces al día es suficiente, posponerlo al menos 30-45 minutos después de la ingestión dealimentos.

6. Cepillar los dientes antes del desayuno, y no después, sobre todo si solemos beber zumos de naranja, limón o pomelo. Con ello, se crea una “capa protectora” de fluoruro contra los ácidos a los que vamos a exponer nuestro esmalte.

7. ¡Come chocolate! Es mucho mejor que comer caramelos o golosinas pegajosas… Está demostrado que una parte del grano de cacao posee contenidos antibacterianos.

8. Come zanahorias, manzanas y apio, que contienen sustancias naturales que “limpian” los dientes.


10 de junio de 2012

Desperdiciar alimentos, un hábito contaminante

Un nuevo estudio asegura que la leche arrojada por el fregadero es tan contaminante como miles de coches.

Desperdiciar alimentos tiene un elevado coste medioambiental. Así lo corrobora un reciente estudio, que asegura que la leche arrojada por el fregadero es tan contaminante como miles de coches. Si todavía no había suficientes razones para no despilfarrar alimentos, uno de los actuales objetivos prioritarios en la Unión Europea, a los motivos económicos y sociales se añade ahora uno más. Hay fórmulas para reducir el impacto de los desechos de materia orgánica en el ambiente, como planificar bien la compra, conservar de modo adecuado los alimentos y congelar otros que se hayan cocinado y no se consuman en ese momento, para no tener que tirarlos.

Desperdiciar alimentos es insostenible desde el punto de vista medioambiental, ya que los desechos se convierten en basura contaminante. Además, producir esos alimentos que después acaban por desaprovecharse tiene un coste ecológico, que ahora se ha cuantificado. Las autoridades europeas no saben cómo poner freno a un dato relevante: cada europeo desperdicia alrededor de 180 kilos de alimentos al año, de los cuales los hogares son responsables del 42% del total del despilfarro: unos 76 kilos por persona al año. De esta cantidad, más de la mitad es evitable y se debe, sobre todo, a la falta de concienciación, las actitudes culturales de infravaloración de los alimentos, la escasez de conocimiento sobre su uso eficiente y la falta de planificación de las compras. Es una situación lastrante desde el punto de vista económico, poco solidaria con el resto de los habitantes del planeta y, ahora ya se sabe, insostenible.

Desperdiciar leche


Un grupo de investigadores británicos asegura que un gesto tan cotidiano como tirar los restos de la leche del desayuno por el fregadero equivale, en contaminación medida en huella de carbono, a las emisiones provocadas por los tubos de escape de miles de automóviles. La huella de carbono es una medida de impacto ambiental definida como la totalidad de gases de efecto invernadero (los denominados GEI, como el dióxido de carbono o el óxido nitroso) emitidos por efecto directo o indirecto de un individuo, organización, evento o producto.

La investigación se ha llevado a cabo en la Universidad de Edimburgo, en Escocia, y estima la leche desperdiciada en Reino Unido en unas 360.000 toneladas. Según estos científicos, esto generaría emisiones de gases de efecto invernadero equivalentes a 100.000 toneladas de dióxido de carbono, lo mismo que emiten alrededor de 20.000 coches en un año. Un coste ecológico que podría evitarse.


Efectos de la materia orgánica en el agua

Los alimentos desechados tienen un doble efecto medioambiental negativo: por un lado, como basura orgánica que se descompone en el entorno o termina por incinerarse y emite en ambos casos gases de efecto invernadero; por otro lado, el coste de recursos e impacto en el medio ambiente que genera su producción y que es en vano. Hay que tener en cuenta que los residuos orgánicos que se echan por el fregadero pueden contaminar las aguas. Es lo que ocurre al verter aceites por el fregadero. Cuando llegan a ríos y lagos, quedan en la superficie y forman una película que impide la correcta oxigenación del sistema, que termina por deteriorarse.

Un exceso de materia orgánica en las aguas aumenta la denominada "Demanda Biológica de Oxígeno" (DBO), un índice que mide la cantidad necesaria de este gas para descomponer la materia. En este proceso, además de consumirse oxígeno, se genera dióxido de carbono. Si la demanda es muy alta, debido a la elevada presencia de sustancias orgánicas que se deben degradar, no solo se produce mucho CO2, sino que el oxígeno no estará disponible para que lo utilicen otros organismos, plantas y animales, que desaparecerán.